2 de octubre de 2008
Llegas a casa, después de estar toda la mañana en el Instituto, y te sientas a comer. Pero imagina que no hay comida en toda la casa. Imagina, además, que no tienes ni un euro para poder comprarla; imagina, también, que por mucho que pidas comida a tus padres o hermanos, ellos tampoco tienen y se encuentran desesperados; si sigues imaginando, ponte en la situación de que, por mucho que la pidas a los vecinos, nadie te da comida salvo si la pagas a un excesivo y abusivo precio. La situación es de lo más desesperante. Pero imagina, además, que sabes que mañana va a pasar lo mismo: no vas a tener comida.
Ahora, sin imaginar, intenta descubrir lo que sienten, según lo dicho en el párrafo anterior, millones de personas en el mundo. E intenta descubrirlo con el siguiente dato: 100.000 personas MUEREN cada día, en el mundo, de HAMBRE. La mitad de ellas son NIÑOS.
Afirma la FAO (Instituto de las Naciones Unidas para la Alimentación) que en el mundo se produce alimento para el doble de la población actual (para 12 mil millones de personas). A ver quién es el listillo que me dice que sigue habiendo superpoblación en el planeta...
El HAMBRE, como reza el título de este artículo, es un negocio. Las multinacionales de la alimentación se forran con la producción de grano, que venden a precio de oro a los países más pobres: o lo toman o lo dejan. Y, aun con todo, prefieren venderlo a las compañías productoras de biocombustible o para alimentación del ganado. La alimentación de las personas se la trae al pairo, a no ser que paguen sus abusivos precios. Lo que les importa, por encima de las vidas humanas, es el DINERO. Que me nieguen ahora, los ateos, la existencia del dios dinero, ante quien nos humillamos, a quien adoramos, en quien queremos encontrar la salvación... Nadie se libra de esta tentación y de esta idolatría, NADIE. Y ten cuidado, no vaya a ser que llegues a anteponerlo a tu propia familia o a tus propios amigos. No ibas a ser el primero ni el más original.
Y, por cierto, hablando de imaginación: ¿Te imaginas, igual que el niño de la foto, mendigando unas miserables migas, tirado en el suelo mientras los demás tienen sus platos a rebosar? Haz el ejercicio, por un momento, de ponerte en su lugar. Sindicatos, grupos políticos, empresarios, organizaciones de todo tipo: probad, por un momento, a hacer este ejercicio...
Si quieres saber más sobre este tema, pincha aquí.
Si quieres, por cierto, saber lo que dice la Declaración de los Derechos Humanos al respecto, pincha aquí, y léete el artículo 25, por lo menos.
Ahora, vuelve a quejarte de la comida que te han puesto para comer...
Pero, ¿qué coño estamos haciendo con nuestros hermanos?
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