Y nosotros preocupados en darles cosas y más cosas... ¿Y lo fundamental? ¿Quién se lo da?

23 de noviembre de 2008

El suicidio es la tercera causa de muerte
entre los 10 y los 14 años.
¿Qué estamos haciendo con nuestros jóvenes? ¿En qué manos (o canales, o revistas, o direcciones de Internet) los estamos dejando?
Dejando, sí, dejando. Porque nos sale más cómodo dejarlos que cargar con la pesadilla de tener que educar a un joven. Este es el estado del bienestar: abandono, exposición, de los niños por nuestra propia comodidad. En el egoísmo está la raíz de todos los pecados, de todos los males, de todos los errores. Y, además, no somos nada originales (para no variar): esto ya lo habían inventado los romanos, que tenían licencia para abandonar a su suerte a un niño si no lo querían (niños expósitos).
Hoy no se abandona a niños en el bosque o en un río: se los abandona en la televisión, en internet, en la calle a cualquier hora... Esos son los nuevos lugares de abandono.
Hubo un tiempo (todavía hoy, aunque de forma rara) en que se abandonaba a los niños en los conventos. Al menos, se hacía porque, de esa manera, se sabía que iban a poder tener sustento y, seguramente, algo de educación. Hoy, por desgracia, nos la trae al pairo saber si se les va a dar educación. Lo que nos importa, por supuesto, no vaya a ser que nos den más trabajo, es que se encarguen otros de educarlos: primero, en el colegio o instituto; después, donde mejor nos convenga (fíjaos si han aumentado las demandas de clases particulares por la tarde; no es por el fracaso escolar principalmente, sino porque supone una guardería y evitar el esfuerzo de pasar tiempo haciendo estudiar al chiquillo o hacerlo con él).
Nos sale mejor permitir internet y televisión en las habitaciones de los chicos porque, así, no dan la lata, no nos hacen esforzarnos. Y, encima, venderemos el peine de que se les hace responsables y autónomos. Y tranquilizaremos nuestras conciencias. Pero ¿cómo podemos ser tan hipócritas? Si sabemos que no es cierto. Lo sabemos...
Sí, sé que nadie nace sabiendo; ningún padre es experto en la materia; no existen manuales exactos para la educación de los jóvenes. Pero, ¿por qué desperdiciamos la experiencia de nuestros mayores, que nos suelen avisar más de lo que nos creemos...?
Estamos desechando la sanísima oportunidad de decir "no", en muchas ocasiones, a nuestros niños y jóvenes. Esto nos está llevando a donde todos sabemos y decimos en comentarios de paso, pero que callamos para nosotros mismos.
Si quieres saber algo más sobre este dato, pincha aquí.

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